Coincidencia reflejada
Despierto en una mañana soleada, un hada me espera en la puerta de mi habitación con la ropa que he de ponerme para salir. Después de vestirme, marchamos sin haber desayunado y extrañamente sin hambre. La calle, desierta, nada insólito para la hora y día que es. Coriiendo sigo el fascinante rastro que me va dejando el hada. Cansado, me paro al llegar a la parada de autobús, pero las misteriosas señales del hada me indican que continúe. Un seductor cuchillo reposando sobre la calzada llama mi atención, olvidando momentáneamente la actividad que realizaba, me agacho para cogerlo, una vez guardado en mi bolsillo, miro al frente y vuelvo a seguir la atractiva estela. Tras correr doce kilómetros, llegamos al destino, para mi sorpresa ningún vestigio de cansancio en mi cuerpo. El suelo cambia bajo mis pies, un charco de petróleo lo inunda todo, cojo el cuchillo con la mano izquierda, el hada se acerca y me sonríe, momento que aprovecho para cortarle la cabeza.