Aventura marinera
Siento tambores que marcan tu ritmo en mi cabeza, en un lento fundido desaparece el contexto junto a ti. Una espiral que me absorbe, sombría como una piruleta, de fresa sembrada en Alemania y cosechada en una granja del lejano oeste. Al salir de la espiral que me transporta a tu mundo, ruedo dentro del torno. Noto que me acerco en la oscuridad al origen del enorme sonido marrón y peludo, sin ojos, sin nariz, sonido propio de alguien como tú. Tras las puertas bañadas en oro, escalera blanca iluminada por tu ego que me obliga a trepar tabica tras tabica si deseo llegar hasta el podio.