Marco negro


A pesar de llevar el disfraz con vestimenta de ángel, soy expulsado del Cielo antes de llegar. Sin resignación, subo las agotadoras escaleras del infierno, al llegar a la explanada que conduce a sus puertas, un fotógrafo me espera para fotografiar las mentiras de mi vida en presencia de los estafados. Recorro el camino de la vergüenza sin pudor ni arrepentimiento. Prefiero rebelarme contra los que pretenden atormentarme a vivir en la aburrida felicidad eterna.

Anisótropo


Caminos que se unen y me conducen hasta el infinito de la resolución pasajera. Denominado común, por ser el producto de la combinación lineal de los seres de tu vida. Crees que tiendo a la normalidad al intentar llegar a lo extraordinario. Caballo blanco derrotado por hormiga sedienta con espada. En la vida nadie había mezclado tan bien el odio con el amor. Siempre surge la eterna duda en el instante previo.

Fire


A pesar de vivir a gusto en la penumbra, la salamanquesa con ojos de mentirosa que habita en mis pensamientos, no deja de incitarme a encender la luz. Engañado por un ser inexistente, termino pulsando el interruptor. Tras años de oscuridad absoluta, mi querida compañera se disuelve en el impacto visual. Me descubro inmerso en la frondosidad que ha crecido en mi habitación gracias a mis desgracias. Contento por haber emergido en un nuevo sueño, intento aprovechar el único instante de felicidad antes de volver a la miseria. 


Radiofónico



Cuernas que anuncian mentiras en la proximidad inimaginable más cercana. Tras las sospechas, al igual que un investigador patológico en mis sueños, emprendo una búsqueda exhaustiva en tu vida, pintada de gris sobrio ocultando tras la corteza un tortuoso juego de colores con ansía de explotar y teñir las paredes con verdades puras dejando en el pasado las turbias mezclas impúdicas.

I know that we are young


El cielo llora tu cercana ausencia en mi mañana soleada de primavera. Lo que sería un viaje de descubrimiento, pronto será pánico y horror. Lluvias torrenciales que se aproximarán desde la lejanía sin avisar a sus víctimas directas. El destino me advirtió de la destrucción del presente de quien amaba en secreto. Razón por la que no me embarqué en la odisea hacia la muerte. Sin embargo, no dejo de tener un pensamiento contradictorio, pedirte que te quedes o decirte adiós.

RED ARCH


Como una suave ola en la inmensidad infinita del océano, respiro tendido en una cama hinchable en la piscina de gresite azul laminado con bordillo de mármol blanco importado de Carrara. Estrellas que quieren hablar desde la oscuridad del cielo enmarcado por arizónicas sin talar. Suspiro lentamente para evitar espirar y contaminar la pureza del oxígeno que me rodea en una lenta y dolorosa expiración.

Explosión satánica


Tarde estática sin movimiento, tumbado en la cama sin aburrimiento contemplo el techo negro lacado, al rato, con la luz apagada veo cisnes blancos creando ondas en la pintura del techo al nadar sobre él. Cautivado, salto al techo para sumergirme en la plasticidad negra de la pintura y emerger de un agua prismática que salpica cristales deslumbrantes. Subo unas escaleras que tienen un no comienzo en el agua y que me hacen salir a un camino custodiado por dos enormes caballos blancos que me hacen pasar a un mundo matemático.

Muerte en el desierto



Granos de arena que vuelan por el aire siguiendo al viento para formar una tormenta de arena sobre mi cabeza. Donde hacía un rato me rendí bajo el sol y me tumbe para morir, ahora espero sucumbir sepultado por una nueva duna. Ahí llegué buscando un propósito que creía posible, pero que escapaba de mis manos. Me pediste que saliera en tu búsqueda si te quería, deseabas mi ayuda, esperabas que fuera a por ti, así lo hice, pero fallo en el intento. Necesito tenerte a mí lado antes de morir, oírte decir que no he fracasado.

Olvido inoportuno


Tarde gris en la escalera de mi imaginación. Sueños monocromáticos con figuras definidamente cristalinas que acechan afablemente desde el cielo. Un lago con fondo visible que crece a cada momento, cuando está a punto de tocar mis pies, corro descalzo por el césped hasta alcanzar una barca de madera pintada de blanco. Tumbado en la barca y mirando al cielo, me dejo llevar lentamente por la corriente del tranquilo lago al centro de este.

Colores sin sentido


Siento que lo pierdo todo en la vida. No tengo ganas de empezar con algo. No sé si tendré la culpa de algo. Todas las mañanas, al despertar, veo un rayo de sol que pasa a través de mi ventana, se refleja en el espejo, dibuja mi nombre en la pared y es lo que me hace sobrevivir un día más en mi absurda vida sin sentido. Sin ganas, intento seguir adelante, sé que va a ser un fracaso. Sólo espero un dulce gesto por parte del destino para que le devuelva sentido a mi, cada vez más muerta, vida. Hoy los colores sobran en mi vida.

EL HOMBRE CASI LEONIZADO


I ESCALERAS




El señorito García de Minguel llegó fatigado al portal de su mugriento piso, si es que se podía llamar piso a esa vivienda con más metros cuadrados de basura y desorden que de casa. Apretó el botón del telefonillo 3ºB deseando no obtener respuesta, vivía solo, pero antes de atravesar el portal siempre llamaba por extrañas razones, que sólo el conoce y que ahora no merecen explicación.

 

El hombre casi leonizado después de esperar tiempo suficiente como para pensar que nadie había ocupado su casa en los catorce minutos y veintisiete segundos que estuvo fuera, empezó la tarea de encontrar las llaves, algo que había heredado de la familia de su madre. Como siempre, bolsillo delantero derecho del pantalón, delantero izquierdo, trasero derecho, trasero izquierdo, nada, algo que no le extrañó de ningún modo. Ahora, bolsillo derecho exterior del abrigo, izquierdo exterior, interior derecho e interior izquierdo, nada de nuevo, tan sólo el envoltorio de un caramelo de menta que había saboreado al salir de su piso. Esto ya no se lo esperaba, cosa que le hizo dudar acerca de lo que podía estar esperándole tras la puerta de su casa. Repitió el mismo procedimiento para encontrar las llaves pero fue en vano, desesperado y a punto de matar al primer caniche que viese, metió por tercera vez la mano en el bolsillo delantero derecho de los pantalones, donde en el fondo, más fondo que nunca, encontró las llaves, que después de haber deseado tanto, ahora las odiaba más que al caniche que habría asesinado si hubiese pasado bajo sus pies.

 

Tras la cargante tarea, abrió el portal, al fondo y a medida que avanzaba, observó el ascensor, pero por motivos más que suficientes, pisó el primer escalón.

 

Pensaba en, si había merecido la pena, la aventura de salir a la tienda de la esquina a por una barra de pan, y hacerse uno de sus clásicos bocadillos de macarrones con tomate Orlando tan deseados en días así. Inesperadamente, la luz de las escaleras parpadeó, cosa que hizo olvidar en lo que pensaba para centrarse en la, quizás, horrible razón por la que se había producido ese hecho. Se pegó a la pared de las escaleras cogiendo la barra de pan como arma, de la misma forma que había visto en las películas hollywoodienses. Tras una pequeña reflexión, subió corriendo los escalones que le faltaban de tres en tres, es decir, en tres saltos. Sin saber porqué se aventuro a abrir la puerta de su casa con la mayor velocidad posible y entrar con la mayor tranquilidad, sabiendo ahora, que ahí sólo había seguridad.

 

Una vez dentro del piso, tiró la bolsa que le habían dado en la tienda, y que no quería, al suelo. Fue a la cocina a dejar la barra de pan, y de paso, coger un estupendo banquete para que su estómago no protestase antes de llegar la hora de comer. Cogió una bolsa de patatas fritas que abrió de camino al servicio, único lugar limpio en la casa, y mientras comía patatas puñado a puñado, apuntaba como podía guiándose por el sonido, ya que desde sus ojos sólo podía contemplar como se iba vaciando la bolsa por momentos. Cuando salió del baño la bolsa de patatas fritas se había terminado. Volvió a la cocina para seguir con su festín, metió unas palomitas con mantequilla en el microondas que nunca había visto una balleta, y se fue al estante a coger el bol más grande de la casa, al abrir la puerta del armario, el bol elegido cayó de golpe en la cabeza del casi leonizado para dejar a este inconsciente por un buen rato.


Pulso metódico



Sombras, ajenas al espacio temporal de su ser, independientes de su esencia creadora, juegan libremente con la estabilidad emocional del que siguen. Pequeña criatura asustada como un pato atacado por un gorila, percibe que un cúmulo de sombras asoman bajo la puerta, pasan a la habitación, se acercan dando vueltas a su alrededor creando una oscuridad nunca vista por sus ojos. Van saliendo de la pared para volar por la habitación y rozar a gran velocidad su cuerpo creando sonidos huracanados de aullidos agonizantes. Finalmente, una manta de sombras cubre su figura hasta que se asfixia.

Aventura marinera



Siento tambores que marcan tu ritmo en mi cabeza, en un lento fundido desaparece el contexto junto a ti. Una espiral que me absorbe, sombría como una piruleta, de fresa sembrada en Alemania y cosechada en una granja del lejano oeste. Al salir de la espiral que me transporta a tu mundo, ruedo dentro del torno. Noto que me acerco en la oscuridad al origen del enorme sonido marrón y peludo, sin ojos, sin nariz, sonido propio de alguien como tú. Tras las puertas bañadas en oro, escalera blanca iluminada por tu ego que me obliga a trepar tabica tras tabica si deseo llegar hasta el podio.

Coincidencia reflejada



Despierto en una mañana soleada, un hada me espera en la puerta de mi habitación con la ropa que he de ponerme para salir. Después de vestirme, marchamos sin haber desayunado y extrañamente sin hambre. La calle, desierta, nada insólito para la hora y día que es. Coriiendo sigo el fascinante rastro que me va dejando el hada. Cansado, me paro al llegar a la parada de autobús, pero las misteriosas señales del hada me indican que continúe. Un seductor cuchillo reposando sobre la calzada llama mi atención, olvidando momentáneamente la actividad que realizaba, me agacho para cogerlo, una vez guardado en mi bolsillo, miro al frente y vuelvo a seguir la atractiva estela. Tras correr doce kilómetros, llegamos al destino, para mi sorpresa ningún vestigio de cansancio en mi cuerpo. El suelo cambia bajo mis pies, un charco de petróleo lo inunda todo, cojo el cuchillo con la mano izquierda, el hada se acerca y me sonríe, momento que aprovecho para cortarle la cabeza.