Ojala nunca creciesen los renacuajos


La reina rana alemana quiso ser convertida en la piadosa quimera de todos los feudos. Un error ahogó su deseo hundiendo su colérica llama de injurias en lo profundo de un lago. 
Mientras, se esforzaba en otra pretensión que crecía en su interior, aprender egipcio reformado para poder decirle a su sirvienta, después de cientos de años, como limpiar bien una corona de rodio con diamantes rosas incrustados. 
Su única vía de escape a tanto estrés, muy a su pesar, eran los filicidios que realizaba a las 13:47 de cada día.