Life on farm!



Vivo en un mundo loco.
Cuando me trasladé a la granja todo era diferente. La ciudad me hacía sentir incompleto, por las noches no podía ver las estrellas y por las mañanas encerrado en el metro no veía los amaneceres. Habitaba en una casa cuadrada con cocina cuadrada, baño cuadrado, salón cuadrado y cuarto cuadrado.

Ahora vivo en el campo.
Cuando me trasladé a la granja todo era diferente. Los animales y las plantas trabajaban para mí, todas las mañanas iba a recoger el resultado de sus elaboraciones y una vez a la semana les daba pienso y agua. La granja era bonita, rodeada de césped, animales con pelo suave y sedoso, árboles con formas perfectas y un dueño feliz.

Ya no sé si lo que hago es vivir.
Cuando me trasladé a la granja todo era diferente. Ahora nadie trabaja para mí, me hacen levantarme cuando es medio día en las antípodas y me dejan dormir cuando llega el mes de marzo. Todo está lleno de colores para ellos, las plantas crecen por donde quieren y ya no dan frutos, las gallinas ponen huevos donde les apetece, las hembras montan a los machos y yo soy el eterno esclavo de todos.


Recuerdos de pasos medio buenos



Se enciende la mecha que marca el comienzo del recorrido por el laberinto. Una perra nos espera en el centro del enredo de caminos. Paredes de 15m que me encierran bajo el cielo y no me ayudan a seguir. Improviso una estrategia para hacer la foto del final. Pasos paralelos de los patos que molestan al mentir. Las estrellas que nos guían no iluminan el abismo. Nos perdemos para terminar y no encontramos ninguna escapatoria.